domingo

VACACIONES EN PLAYA-MEDUSA


Este año, como casi todos, los pocos días que puedo escapar de casa lo hago en plan “ low- cost” y qué más barato puede haber,  que irse de ocupas a casa de los padres del que suscribe, que por suerte viven en la playa.

Como en anteriores ocasiones y repitiendo la liturgia de todos los estíos, a ritmo de chancleta, bañador y sombrilla al hombro, desfilamos al paso lento de los regulares hasta el paseo marítimo, para buscar un hueco  entre los que gustan de  dorar los pellejos al sol, jugar a hacer castillos de arena o amenizar los calores en compañía de un libro.

Una vez montado el campamento, con los bártulos organizados, al refugio del parasol y con el periódico en ristre,  me paro a observar el paisaje que me rodea.

Lo de todas las veces, el mar de agua por delante, el mar de sombrillas por los lados y la ardiente arena por detrás. La pareja de octogenarios carbonizados por el sol, con ellos  parece no ir el tema de los melanomas, y si fuera, con esa edad me parece que les iba a importar un pimiento. Los chavales hinchando el delfín a golpe de pie, los más peques correteando entre las toallas, levantado arena, que fastidiosamente viene a caer sobre la mía, los que van andando a ritmo de fatiga por la orilla, sobre la arena húmeda para hacer algo de gimnasia, el tostado natural de África vendiendo gafas de sol y monederos, el rumor de las olas, la brisa marina…

Pero en la gente, este año, se observa un comportamiento anómalo, algo fuera de la norma. Los bañistas, no dejan pasar el agua por encima de sus rodillas, atentos al fondo, casi sin pestañear, concentrados en el metro cúbico de líquido elemento por delante de ellos, tratando esquivar a las malditas medusas, que están arruinando las vacaciones de muchos, de los que huyendo del calor de secano, soñaban con darse un chapuzón en el agua salada.

 Como si fuera poca la ruina que arrastramos, ahora se vuelven contra nosotros hasta las medusas, y nos atacan en nuestro motor económico, el turismo. Y yo me paro a pensar y le echo la culpa a la Merkel, esto tiene que ser responsabilidad de ella, me cago en toda su estampa, con esa cara de tortuga teutona, estoy seguro que ha formado un complot y a los galápagos que se comían las medusas, las está cebando con salchichas Frankfurt y cerveza templada.

 Pues como nosotros somos muy apañados para según que cosas,  le digo que ya estamos desarrollando el deporte nacional de la pesca de la medusa, resulta muy entretenido y le da su puntillo de riesgo al baño marítimo, que hasta el tostado que vende las gafas y los monederos, ha visto filón y ya ofrece redes y cubos para la pesca del bicho marino, y como por estas tierras hispanas presumimos de ser generosos, les vamos a empaquetar unas cuantas toneladas y ya se las mandamos por correo, unas pocas para Alemania y otras cuantas para el banco central europeo, y así repartimos un poquito de urticaria entre toda esa panda de tecnócratas, inversores  aprovechados y toca pelotas, que no hacen más que marear la perdiz, y este verano del fin del mundo, según el calendario Maya,  me están resultando más incómodos que una mosca cojonera.  
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