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EN EL 2013 UNA CRISIS DIFERENTE


Como era de esperar la extinción  del mundo, así en plan, todos a una que el tortazo va a ser gordo, pensando en que si el mal es de muchos consuelo de tontos, o consolándome con que más tiene que perder el más tenga y como yo no tengo de nada que se jodan los ricos, no ha comenzado. Aunque fines del mundo acontecen todos los días, pero son a nivel individual, y como de esos hay tantos como personas y somos muchos millones de ellas, prefiero tocar un tema de esos superficiales, pero a los que me gusta buscarle su particular calado.
En el año  2013 me toca sufrir otra crisis, nací en 1973, así que si llego a finales de mayo sin sufrir de avería irreversible, cumpliré las 40 castañas. Si no querías sopa, toma dos tazas, “pringao.”
Porque es lo que dicen, que a los cuarenta  sufrimos de una crisis cuyo principal síntoma es desear volver a ser joven, y para ello, se buscan estímulos rápidos y pasajeros más propios de gente con veinte.
Uno quizá pueda pensar que evitando la cifra, capeas el problema y en lugar de contar por años, si calculas tu vida por meses, 480 desde el alumbramiento, o por días, unos 14.600, le marcas una verónica al tiempo. Pero hay señales que no se pueden ignorar, y negar la evidencia sería de necios.
Los pelos en orejas y narices florecen como las rosas en primavera. El que no peina canas en el tupé por sufrir de alopecia, las peina en la barba y sino en el culo. Las resacas tras una noche de parranda se cobran varios días de convalecencia, ardores, gases como si hubieras comido una ensalada de globos inflados con helio, y como se te haya ocurrido la imprudencia de cenar picante, ve llamando a los bomberos, que el alcantarillado te va a pasar factura cuando visites el trono, desprendiendo una energía calorífica cercana a la que se produce en  el núcleo del sol, concentrada en tu malogrado ojete.
 Las noches se ven interrumpidas en un par de ocasiones, por la imperiosa necesidad de librarte de las aguas menores. La cintura del pantalón vaquero, comienza a quedar ligeramente elevada al sobaco, a los sesenta ese problema ya es irreversible. Y cómo por los efectos desinhibidores del alcohol, se te ocurra marcarte unos pasos de baile marchoso... tu cuerpo se vengará de ti, haciendo que los brazos vayan tan desacompasados con las piernas, que estas últimas parezcan ser de otro.
Pero para acabar en positivo, con el paso de los años, como el buen vino envejecido en barrica de roble, combinándolo con la  veteranía, se puede hacer un buen maridaje, y eso te da una consistencia, un aroma, sabor y categoría que solo logran los que alcanzan la cuarentena, y a las mujeres les pasa lo mismo, o quizá solo sea efecto de la vista cansada, pero sin desmerecer a ninguna ¡Dios me salve! Las que rondan los cuarenta me parece que están ¡Bien rebuenas!
Porque la cana y la pequeña arruga son  señal de sabiduría, experiencia, clase y un porte, que solo se pueden apreciar, entender y disfrutar con el transcurso de los años.

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