sábado

LA CÁLIDA BRISA DEL SUR (Capítulo 2)

 

2 Tocar fondo.-



Desperté desorientado. Me había quedado dormido en el incomodo sofá del desangelado salón de mi nuevo hogar. El pantalón vaquero y la camisa seguían chorreando colgados sobre una de las sillas de la terraza, la chaqueta de cuero estaba empapada. Los calcetines, los calzoncillos y la camiseta tirados en el suelo formando una bola de tela mojada. Me sentía como debí sentirme cuando me parió mi madre treinta y ocho años atrás... Desnudo, temblando, indefenso, confundido, dolorido y molesto, obligado a salir contra mi voluntad de la seguridad y el confort del vientre materno. Me asomé a la terraza del apartamento envuelto al estilo romano con una vieja sabana de tacto áspero y olor rancio. El renacer de mi nueva vida no parecía muy prometedor. Tenía un terrible dolor de cabeza a consecuencia del alcohol y los músculos de la espalda contracturados de dormir en la misma postura sobre el incomodísimo sofá. Busqué en el pantalón el paquete de tabaco y saqué un cigarrillo prácticamente desecho por el agua del mar. Del bolsillo extraje doscientos euros en billetes húmedos de cincuenta y de veinte. Me apoye con los codos sobre la balaustrada de la terraza frotándome la cara con las manos queriendo despertarme de esta maldita pesadilla, pero no..., todo era real. La horrible visión de Marta follando con el hijo de puta del jefe, el robo de la cartera acompañado de una hostia como postre. Sin coche, sin ropa, sin teléfono, sin trabajo...

Me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared y rompí a llorar desconsoladamente. Me sentía sin fuerzas, enfermo, débil, vulnerable, solo, desesperado y perdido. Estaba bloqueado, no sabía que diablos hacía allí, a quién acudir para pedir ayuda, los acontecimientos me superaban. Abrumado la apatía se apoderaba de mí y por mucho que intentaba respirar profundo, el aire se negaba a llenar mis pulmones, mi mente era un caos de pensamientos absurdos, un caballo desbocado galopando entre un huracán de ideas dramáticas y depresivas. Permanecí sentado hasta que se me durmieron las piernas y llorando hasta la deshidratación de mis ojos.

Me levanté torpemente, extenuado y vacío pero algo más relajado tras la llantina. El timbre del apartamento sonaba insistentemente, abrí la puerta, era Domingo con cara de culpabilidad y arrepentimiento... le dejé pasar al piso.

  • Lo siento Alex, siento mucho lo del coche, no sé que puedo hacer, estoy fatal.

  • Déjalo Domingo, no te martirices, no fue culpa tuya— dije arrastrando las palabras casi en un susurro, dejando caer mi cuerpo maltrecho sobre el sofá.

  • Te he traído unas camisetas, he pensado que te harían falta hasta que puedas recuperar la maleta del coche — dijo ofreciéndome unas camisetas de publicidad de bebidas espirituosas.

  • Paso... no voy a recuperar nada, seguiré el camino que marca mi destino. Que se quede todo en el fondo del mar. La pena es que no me ahogué anoche...— dije en un exagerado tono melodramático.

  • ¡Joder Alex! De verdad que lo siento. ¿Cómo puedo ayudarte?

  • ¡No seas cansino! Déjalo... Mira hazme un favor. Toma estos cien euros y cómprame unos calzoncillos y unos calcetines, en el hiper de aquí al lado y también trae güisqui y tabaco— le dije con la intención de dejar de escuchar sus disculpas y lamentos, que me irritaban e impedían que me concentrase en mis propios pesares.

En el armario del dormitorio encontré un pequeño calefactor que al encenderlo desprendió un ligero olor a quemado, lo situé procurando que el aire caliente pasara entre la ropa mojada que coloque en dos sillas a modo de tendedero improvisado.

Dicen que lo bueno de tocar fondo es que solamente puedes ir en una dirección, hacia arriba. Eso lo diría alguien que se encontraba bien, o el dalai lama, y ninguno pensó en la opción de quedarse en el fondo, en lo más profundo de una fosa mariana, a miles de metros bajo el agua, en total oscuridad, abrazado al frío y al lodo marino como única compañía... allí estaba yo.

Era medio día, y no había hecho otra cosa que beber y fumar. Fuera había calima, el cielo se distinguía turbio, con el tono amarillento que le da la arena en suspensión que llega empujada por el aire desde el desierto africano. La temperatura cálida y el cielo plomizo abotargaban mi cabeza, aunque el hecho de estar bebiendo güisqui ayudaba sobremanera al embotamiento de mis ideas y estimulaban mis sentimientos de lastima de mi mismo.

Domingo sentado en una butaca, había asumido que ignorase su conversación y miraba distraído la vieja televisión de tubo. Aburrido encendió un cigarro de marihuana y con un gesto le invité a que se sentara a mi lado para compartirlo.

¿Te apetece que bajemos y comemos algo en la cafetería de enfrente donde trabaja mi hermana?

  • Sinceramente... No tengo ni puta gana... ni de vestirme... ni de andar... Aunque el porro me ha abierto el apetito— dije a la vez que me levantaba torpemente.

El Vitin del Puerto era una cabaña de madera, un kiosco grande enfocado a servir desayunos y meriendas, una pequeña sucursal de la heladería El Vitin, situada en la emblemática y floral, Plaza de las Flores del centro urbano de Estepona. Lo bueno de la cafetería del Vitin del Puerto era que se encontraba justo enfrente del apartamento, ubicada en una extensa terraza que hacía las veces de mirador.

La hermana de Domingo, Eva, esa atractiva joven de ojos verdes, nos sirvió unos cruasanes a la plancha con jamón y queso que me supieron a gloria bendita, y el café solo, servido en vaso de ansioso, activó mi mente dándome algo de capacidad de raciocinio, el suficiente para organizar mi estancia en Estepona.

  • Eva me harías el favor de prestarme tu ordenador portátil, necesito contactar con mi hermana y el único medio que puedo utilizar es mi correo electrónico.

  • Sí claro, es lo menos que puedo hacer, después de la faena que te ha hecho mi hermano— dijo acercándome el ordenador y matando con la mirada a Domingo.

  • Yo me tengo que marchar...— dijo Domingo con tono acobardado que indefectiblemente sonaba a escaqueo.

  • La wifi que tengo es de la gestoría que administra tu apartamento así que como si fuera tuya— dijo sonriendo Eva , volviendo tras la barra.

Con otro café bien cargado me senté buscando la sombra bajo una de las sombrillas de la terraza del mirador, para así evitar los molestos reflejos que me impedían ver bien la pantalla del ordenador. Abrí el correo, pinché sobre redactar, busqué en la agenda la dirección del email de mi hermana y me quede hipnotizado observando el cursor que parpadeaba sobre la pantalla sin saber por donde empezar o que decir.


Hola hermanita,

Imagino que estarás preocupada por no saber de mí. Llegué bien a Estepona, tuve que hacer noche en el camino, pinché una rueda y decidí descansar en un Hostal. El apartamento está mucho mejor de lo que me esperaba. No te he podido llamar ni contesto tus llamadas, que seguro que me has llamado... ;) porque he perdido el teléfono. Hasta que me llegue el duplicado de la tarjeta bancaria que solicité, necesito que me envíes algo de dinero. En el puerto he visto un locutorio que creo que realiza transferencias, gestiónamelo porfi, con quinientos euros me apaño, no creo que tarde mucho tiempo en disponer de la tarjeta del banco.

Respecto a lo de Marta, lo voy asimilando, tengo momentos de bajón pero lo superaré. Cambiar de aires me va a venir de lujo. He conocido a un chaval muy amable se llama Domingo, me ha ayudado a instalarme y su hermana, Eva, que es majísima se preocupa por mí como si fueras tú. De hecho te estoy escribiendo desde su ordenador portátil.

Estepona está preciosa, aún no he tenido tiempo de dar una vuelta pero esto promete, el agua del mar si la he catado y está fría para el baño, pero el clima es suave e invita a meditar y a caminar por el paseo marítimo, ya te iré contando.

Un besito para ti y otro para las niñas. Saluda a mi cuñado y dile que le guardo una cerveza fresquita para cuando vengáis.


Pasé el resto de la tarde ensimismado en la terraza de El Vitin, bebiendo güisqui y fumando. Con la mirada perdida en el horizonte, donde la línea del mar se une con la del cielo. Un mar oscuro y en calma que contrastaba con el cielo plomizo y amarillento a causa de la calima. Pensé en ese mar en calma como en una representación mía, un fiel reflejo de mi persona. Cualquiera de los clientes de la cafetería, que a lo largo de la tarde me pudieron ver allí, no vieron más que a un hombre sentado, relajado, dejando pasar el tiempo, distraído con las vistas. Pero como ese mar que en su superficie se presenta en calma tiene un fondo de corrientes marinas, aguas frías y oscuras profundidades, por el fondo de mi alma fluían ríos de reflexiones lastimeras, en una cabeza aterida por el dolor y con un corazón cegado por las tinieblas del desamor.

La mañana siguiente desperté por el sonido insistente del claxon de un camión cuyo conductor reclamaba su espacio para carga y descarga. La cruel bocina era una tortura para mis oídos, en mi cabeza una banda de música formada por pequeños monos locos chocaban los platillos dando volteretas. Me incorporé ligeramente y cedí a la fuerza de la gravedad quedando tendido boca arriba en la cama, quizá pasó más de una hora antes de reunir fuerzas suficientes para vestirme con el pantalón vaquero, que podía haber permanecido de pie por efecto del agua salada sobre la tela, y una camiseta que alentó mi ánimo cuando vi que era de publicidad de Johnnie walker.

Me senté en el mismo lugar que el día anterior, Eva me sirvió un largo café que logró disolver la orquesta de monos que castigaban despiadadamente mi encéfalo, y me prestó amablemente su ordenador.

En una mesa contigua a la mía pude ver a la morena de piernas largas, cuerpo esbelto y larga melena color azabache que la noche en la que mi coche cayó al mar, me miró descaradamente al verme junto al deportivo descapotable.

Quizá me llamó la atención por su parecido físico con Marta, quizá su forma de moverse y quizá su forma de ser, interesada, pretenciosa, narcisista, egoísta, superficial y fría, quizá eso me atrajo de ella como me ocurrió cuando conocí a Marta, aunque por aquel entonces no supe verlo y ahora lo podía distinguir de un solo vistazo.

Ese tipo de mujer atraída por el dinero como la mierda atrae a las moscas, de espíritu avaro y necesidades materiales, con un apetito insaciable de bienes y que anteponen su yo, ahora y para mí, a todo y a todos.

El vuelo rasante de una gaviota y sus graznidos me sacaron de la vorágine de pensamientos resentidos contra esa mujer que no conocía de nada.

<< Hostia tengo que hacérmelo mirar>>— pensé avergonzado.


Abrí el correo electrónico y pinché sobre el email que mi hermana Conchi me había remitido.


Hola Alex,

Me alegra y tranquiliza poder saber que estás bien, cuando no contestabas al teléfono comencé a preocuparme. Te envío en un archivo adjunto, el documento con el número de referencia para cobrar la transferencia de quinientos euros que me pediste. Hablé con Jane, la administrativa de la gestoría, me dijo que aún no te habías pasado a firmar el contrato, que la transferencia bancaria por el alquiler del apartamento para todo el año ya la habían recibido, pero que tenías que firmar.

Sabes que procuro no ponerme en plan psicóloga cuando hablamos, pero si no te comento ciertos temas no me voy a quedar tranquila.

Lo que te ha ocurrido con Marta es una experiencia traumática que muy posiblemente te genere angustia, te turbe y sea muy difícil de asimilar. Es normal sentirse así. Necesitas darte tiempo y adaptarte a una nueva situación inesperada con emociones desagradables y pensamientos desconcertantes. Es interesante que hayas conocido a personas en las que puedas apoyarte para no sentirte solo, hablar de lo ocurrido te hará sentir mejor. He avisado al primo Dani para que esté pendiente de ti. Ya sé que es un poco insufrible, pero es buena persona y me ha prometido que hará por verte.

Solamente el hecho de que conozcas que los sentimientos y emociones que ahora padeces son normales, es beneficioso. Tu cerebro va a ordenar que se generen hormonas como respuesta a tus emociones y ese torrente de sustancias pueden llegar a nublar tus pensamientos racionales.

La apatía, la desesperanza y la desorientación son sensaciones lógicas que poco a poco deberás ir superando. El que hayas decido cambiar de hábitos, desconectar de tus rutinas y alejarte de Marta y su entorno, es beneficioso. Debes tener cuidado en buscar soluciones inadecuadas como el consumo excesivo de alcohol, sería un grave error con terribles consecuencias a largo plazo ya que puede degenerar en adicción.

Alex sé que es un sermón, pero me preocupo por ti. Le he facilitado a Jane mi número de teléfono por si necesitas llamarme hasta que te hagas con un teléfono, es una mujer muy amable y me ha dicho que la oficina está a tú disposición para lo que necesites.

Un beso muy fuerte, cuídate mucho y no dejes de contarme.


Que mi hermana me hablase de que tuviera cuidado con el consumo de alcohol me hizo sentir ansiedad y muchas ganas de tomar una copa.


<< No será la manera más adecuada pero a mí me funciona, aliviando mis desagradables sentimientos. La sensación de culpabilidad por haber salido huyendo como un cobarde en lugar de romper la cara al viejo. La vergüenza por no plantar cara a Marta. La angustia por haberla perdido. >>


Pagué la cuenta y bajé las escaleras para dirigirme caminando hasta el locutorio del puerto. Domingo que montaba en un viejo ciclomotor paró a mi lado.


  • ¡Hola Álex! ¿Dónde vas?

  • Al locutorio a por pasta, que me he quedado sin güisqui.

  • Pues sube que te llevo.

No habíamos recorrido treinta metros en el ciclomotor cuando una agente de la policía local nos indicó con un rápido gesto de su musculoso brazo que parásemos.

  • ¿Saben por qué les he parado verdad? — preguntó la agente de aspecto fibroso y ceñido uniforme que resaltaba unos desproporcionados pechos para un cuerpo tan delgado.

  • Imagino... que el hecho de no llevar casco tendrá relación agente, pero es que íbamos aquí al lado — dije a sabiendas de que no era excusa.

  • Además de guapo, listo. Pues ya sabéis lo que toca— dijo con aire chulesco, girándose bruscamente hacia el coche patrulla a buscar el boletín de denuncias con el que percutirnos, y provocando que la larga coleta con la que se recogía el pelo cortase el aire como si de un látigo se tratara.

  • ¡Me cago en la mar! Iba justo a buscarte — dijo mi primo que salía de un Pub próximo a donde estábamos a la espera, de que la agente clon de Angelina Jolie en la película de Tomb Rider, nos fundiera los plomos.

  • ¿Robocop es tu primo? — me preguntó en un susurro Domingo sorprendido.

  • Sí, mi primo Dani, insoportablemente chulo, narcisista, egocéntrico— y fui interrumpido de mi diatriba por una colleja, saludo habitualmente empleado por mi primo desde que tengo uso de razón.

  • ¡Joder Nuria! No me digas que te quieres emplumar a mi primo. Que acaba de llegar a Estepona. La guarra de su novia le ha puesto los cuernos con el jefe y tiene el corazón partio, como dice la canción ¡JA JA JA!— dijo rematando con unas palmas y un taconeo.

  • Vaya primo veo que mi hermana te ha contado hasta el último detalle...

  • No te enfades ¡Huevón! Tu hermana solo se preocupa por ti. Y que sepas que aunque tu “ex” tenía un polvo, se veía a la legua que era una interesada y tú un calzonazos— dijo tocándose el paquete y después con la misma mano rematando con otra colleja sobre mi cuello.

  • ¿Este es tu primo el abogado? Pues se te ha aparecido la Virgen guapo, porque os iba a emplumar a los dos— dijo la agente de la Policía Local guardando su bolígrafo como quien envaina una espada samurai.

  • Primo, nos tenemos que marchar que el deber nos reclama. He estado haciendo unas gestiones en el Duende para que el viernes por la noche nos preparen un reservado, que un compañero se despide y le hacemos una fiesta. Pásate sobre las doce o la una, tomamos unas copas y nos ponemos al día. ¡Vamos Nuria que los malos no descansan!

Y subiendo a su coche patrulla se marcharon con una brusca maniobra y un fuerte acelerón, típica actitud del pretencioso de mi primo Dani.

  • ¡Joder Alex! Nunca me hubiese imaginado que Robocop es tu primo, y menos mal, sino la Poli cachas nos cruje— habló Domingo que había permanecido enmudecido hasta ese momento.

  • Sí... una suerte de primo, tan prepotente como idota. Vamos a por la pasta que necesito un trago de güisqui— dije subiéndome al ciclomotor.

El resto de la semana fue una secuencia repetida de beber, fumar, comer de vez en cuando y sentir mucha pena de mi mismo. Cuando Domingo pasaba por casa nos fumábamos un cigarro de marihuana y según como me sentara me daba por reir o por llorar.

Despertares resacosos, horas apoyado sobre el murete de la terraza mirándolo todo pero sin ver nada, sumido en mis lamentos y sentimientos negativos.

A veces Eva, me saludaba desde la cafetería y me animaba a bajar a comer algo, sobrevivía a base de sandwiches, curasenes y cafés, regados por inundación en güisqui.

El viernes por la mañana junto con Domingo fumábamos un porro asomados por la terraza y vimos como un hombre fondón y calvo, corría desnudo, desesperado, tratando de ocultarse en algún lugar seguro que no terminaba de encontrar. Iba descalzo y con la ropa colgando entre sus manos al frente, intentado esconder sus vergüenzas. Con el efecto del cannabis nos dio por reír, pero cuando vimos al depredador que le perseguía, un viquingo forzudo de dos metros de alto y melena rubia, gritando en viquingués toda suerte de improperios, y a su lado una viquinga que trataba de apaciguarlo, nos sentimos obligados a apiadarnos del pobre lechón y le invitamos a voces para que subiera corriendo al apartamento y así protegerlo de la furia de Thor.

  • ¡Gracias chicos! Me habéis salvado la vida— dijo sofocado tratando torpemente de ponerse los pantalones.

  • ¡Madre mía, tapa eso! ¿Se te ha salido una tripa con la carrera?— dije cubriéndome los ojos.

  • ¡Ahora me explico lo de la rubia nórdica! Con esa anaconda que llevas colgando le has hecho ver el valhalla de los vikingos. Thor te sorprendió atizándole con la verga y le dio una ataque de cuernos— dijo Domingo partiéndose de la risa.

Y en mi mente se sucedieron velozmente crueles comparaciones entre mi reacción amilanada y cobarde huyendo cuando sorprendí a Marta con el jefe, y la del forzudo nórdico, airado y defendiendo su honor, a pesar de la fama de liberales y de estar habituados a llevar cuernos.

  • Yo te conozco— dijo Domingo— Tu trabajas de mantenimiento en varias urbanizaciones ¿Eres jardinero verdad?

  • Bueno un poco de todo jardinero, fontanero, electricista, también llevo el mantenimiento de piscinas, como la de estos apartamentos por ejemplo.

  • Y además servicios íntimos a domicilio por lo que veo — dije señalando hacia la calle donde aún se escuchaban las voces amenazantes del nórdico de dos metros.

  • Esto es un castigo, pero no lo puedo remediar— dijo señalando con sus manos la abultada entrepierna— me he ganado una fama entre las mujeres que algún día me va a costar la vida. Pero no puedo decir que no a ninguna. Cuando me llevo algún susto hago propósito de enmienda, pero con cuatro carantoñas me pierdo y vuelvo a pecar. Dar placer a las mujeres que lo necesitan es mi penitencia— dijo el orondo jardinero en tono litúrgico.

  • ¡Hostia Puta! Menuda cara tienes. Dar placer tu penitencia, como si cuando clavas esa pedazo de estaca a ti te doliera y no lo contrario con semejante tamaño— dije entre sorprendido y resentido.

  • No, no, de verdad, esto... es un problema.

  • ¡Que cojones un problema! Ya me gustaría tener una herramienta así, por cierto me llamo Domingo y este es Álex.

  • Muchas gracias otra vez, yo soy Sebastián, Sebas para los amigos— dijo tendiéndonos la mano— ¿No os importa que me quede un rato con vosotros?

  • Tranquilo, siéntate y espera lo que quieras yo no me voy a mover de aquí—dije desplomándome desganado en el sofá.

El resto del día lo pasamos en el apartamento, Sebas insistió en invitarnos a comer y pidió unas pizzas a domicilio que regamos con una importante cantidad de cerveza.

La tarde pasó entretenida con Sebas contándonos varias de las aventuras que había vivido o padecido según él, con todo tipo de mujeres. Y es que el Don Juan, no decía a ninguna que no, joven, madura e incluso rozando la vejez. Delgadas o con sobrepeso. Nacionales o Extranjeras. El figura, estaba convencido de estar en el mundo para sofocar con su manguera el fuego latente de la entrepierna de toda mujer necesitada. Se definía como un bombero del amor, siempre listo para acudir en auxilio de cualquier dama en apuros o necesitada de un buen puro. Regaba el jardín y cortaba el césped de la señora y de la casa. Igual de bien, arreglaba una gotera que tapaba un agujero.

Me desperté con la lengua hinchada, la cabeza embotada y el estómago pesado.

Sebas y Domingo dormitaban en el sofá. Salí a la terraza. Ya había anochecido. El viernes por la noche el puerto estaba concurrido de vehículos y personas, con el habitual ambiente animado de los fines de semana. Los restaurantes se llenaban, la gente paseaba tranquila, los niños corrían jugando, riendo y gritando conformando esa atmósfera que me evocaba a las vacaciones. El aroma salado de la brisa del mar. La humedad en el aire intensificando el perfume de buganvillas y jazmines.

Domingo se asomó a mi lado encendiendo lo poco que le quedaba de un cigarro de marihuana. Desde la calle unos gritos llamaron nuestra atención.

  • ¡Primo que no tenga que subir a por ti!

Domingo se retiró de la balaustrada retrocediendo lentamente como quien lleva una bomba entre sus manos, aguantando la respiración y escondiendo el porro de marihuana a su espalda.

Mi primo, el Policía Local conocido como Robocop, y dos colegas de su mismo porte, forzudos engominados, vestidos con camisas elásticas que definían su anatomía labrada en el gimnasio, se aproximaban hasta situarse bajo la terraza de mi apartamento.

  • Hola primo ¿Qué quieres?

  • ¡Hola, Hola! ¿Qué que quiero? Pues que bajes a tomar una cerveza ¡Hostias! ¡Que es viernes!

  • Dani, la verdad es que no tengo muchas ganas.

  • Pues si no bajas subo yo, tú verás.

Y escuche como chistaba Domingo tras de mí, le miré, y enseñándome el cigarro de marihuana como si fuera el arma de un homicidio, me pedía que no subiera.

  • Vale primo ya bajo ¿Dónde vas a estar?

  • Aquí en el Odonogues — dijo señalando el bar Irlandés que se situaba en los bajos de mi apartamento.

Afortunadamente el Odonogues, un oscuro y tradicional Irish Bar, forrado en madera noble envejecida con una larga barra en dos alturas, estaba situado justo en la esquina de la facha del edificio. No tenía ganas de salir y menos de aguantar al chulo de mi primo. Pero hubiese sido peor que subiera al apartamento.

Como me esperaba, al minuto de estar con mi primo Dani ya me dolía la cabeza, que hombre más insoportable. Junto a sus dos compañeros de trabajo como testigos, tuve que aguantar las risas, bromas de humor negro y continuas pullas centradas en mi persona y en el fracaso de la relación con Marta, que solo pude soportar gracias a dos generosas copas de güisqui y la habilidad de poder desconectar mis oidos de conversaciones absurdas. Eso lo tenía bien entrenado con mi primo, si me pedía opinión sobre algo simulaba que con la música que no le había escuchado y le hacía repetir la pregunta. El resto del tiempo con asentir y una ligera sonrisa era suficiente mientras me evadía dejando que el alcohol mesara mi cerebro de los recuerdos de Marta.

Fueron llegando más compañeros de mi primo, según me contaron estaban de celebración por la despedida de uno de ellos. Una joven delgada, alta, de larga melena oscura y protuberantes pechos se me acercó sonriendo y me dio dos besos. Tuvo que notar mi cara de beodo tratando de recordar quien era.

  • Eres Alex el primo de Dani. ¿No me recuerdas?

  • Pueeesssss... No, no... perdóname pero...¿De verdad te conozco? Últimamente no estoy en mi mejor forma, pero... o el alcohol ha destruido en esta semana mi capacidad de memoria, o no eres real y mi imaginación me está gastando una broma pesada haciéndome creer que estoy hablando con la representación humana de la Diosa Afrodita.

  • ¡Ja, ja, ja!— rio sensualmente— ya te lo dije el otro día, además de guapo, listo.

  • ¡Hostias! La poli. La compañera de mi primo.

  • Sí pero no soy la poli, mi nombre es Nuria. ¿Quieres una copa?

  • Sí...Sí... pero te invito yo que el otro día te tiraste el rollo.

  • Déjalo... La segunda la pagas tú que la noche es joven— me dijo dándose la vuelta, permitiéndome apreciar con libertad y descaro su fibrosa y esbelta silueta.

Tras un rato agradable de conversación con Nuria, disfrutando de su compañía y de la buena música, en uno de esos incómodos silencios en los que no sabes de que hablar con alguien con el que no tienes confianza, surgió la pregunta.

¿Bueno..., que hay de verdad en lo que me ha contado tu primo sobre que has roto con tu novia?

Y ese pellizco en el estómago que por un rato había dejado de sentir regresó sin piedad. La niebla que cegaba mi corazón cayó a plomo inundando de pena, humillación y amargura hasta el más fino capilar de mi organismo.

Narré a Nuria toda mi relación con Marta hasta el fatídico momento en que descubrí su traición. La música acompañaba mi narración con la canción “ Let Her Go” de Passenger.


Sólo necesitas la luz cuando se está consumiendo,

sólo echas de menos el Sol cuando empieza a nevar,

sólo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Pero yo siempre supe que la amaba, y desde lo más profundo de mi alma deseaba que fuera ella la que sufriera al haberme dejado marchar, dándose cuenta de lo que me quería, de lo que se estaba perdiendo. En mis fantasías aparecía pidiéndome perdón y rogando para que la dejase estar nuevamente a mi lado. Y la luz bañaba mi alma ahuyentando las tinieblas, y el calor derretía las lágrimas congeladas por la lóbrega soledad del desamor desbordándose en ríos de felicidad por mis mejillas.

Casi por sorpresa Nuria sujetó con sus manos mi cara y me besó. Un beso intenso, ardiente y pasional. Me miró a los ojos muy de cerca de manera sugerente, rozó con la punta de su nariz la mía y volvió a besarme. Yo me dejé llevar, sorprendido, lleno de dudas, preguntándome que es lo que estaba ocurriendo. Me cogió de la mano y dócilmente la seguí.

Primo nos vamos al Duende ¿No te vas a venir?— me preguntó al oído Dani sujetándome del brazo.

  • No... Voy a subir a mi apartamento con Nuria—le contesté distraído e hipnotizado por el provocativo movimiento de caderas de la mujer que me arrastraba.

  • Me parece cojonudo primo. Pero te aviso. La evolución de los humanos no son los X-Men. Nuria es el futuro. Y los hombres estamos perdidos— me dijo con una intrigante sonrisa que me dejó desconcertado.

Subimos hasta el apartamento entre abrazos, magreos desbocados y besos tan intensos que pude notar como se inflamaban los labios hasta agrietarse. Llegamos hasta el dormitorio entre trompicones, hubo momentos en los que parecía más una pelea que unos preliminares. Me empujó sobre la cama, se colocó a horcajadas sobre mi cintura e inclinándose me besó con fuerza en la boca. Su mano sujetó mi muñeca izquierda y en un rápido movimiento me engrilletó el brazo al cabecero.

  • ¿Qué haces?—pregunté sorprendido tirando del brazo hacia abajo que estaba inmovilizado con el grillete a la cama.

  • No te asustes es sólo un juego.

  • ¿Pero dónde coño llevabas los grilletes?

  • Soy poli...¿Recuerdas?—dijo quitándose la camisa de manera atrayente.

Aún en la penumbra de la habitación, podía apreciar el físico atlético de Nuria, resultaba evidente que sus turgentes pechos eran operados. Los músculos de los hombros, los bíceps y las abdominales totalmente definidos acreditaban que estaba en plena forma. Con mi mano derecha intente acariciar sus senos que rayaban la perfección pero me sujetó con fuerza contra el colchón impidiéndomelo.

  • No guapo, yo soy la que manda—me dijo enfatizando con su dedo índice señalando que no. Fue bajando por mis labios, el pecho, mi cintura, hasta llegar al pantalón que me desabrochó con una sola mano— tú relájate y disfruta.

Nuria cabalgó sobre mí como una amazona experta. Era dominante, me superaba físicamente, llevó la iniciativa y marcó los tiempos como le dio la gana. En algunos momentos me sentí como un mero espectador y en otros llegué a temer por mi integridad personal. Sudábamos, ella sobre mí se movía con giros de cadera, arriba y hacia abajo de manera salvaje, gemía de placer, paraba se inclinaba sobre mi pecho, me mordió en el cuello hasta hacerme gritar. Con una mano me agarró el pelo de la cabeza impidiendo que besara unos atrayentes pezones que parecían tatuados, con la otra sujetaba mi mano libre impidiendo que la acariciara. Yo entraba y salía de ella, pero como y cuando ella quería. El deseo de tocarla con mis manos o besarla con mis labios y no poder hacerlo me excitaba y desesperaba a la vez.

El sudor hacia que en su piel bronceada se reflejara el brillo de la luz de Luna llena, sus largos cabellos se enredaban y rizaban cayendo sobre su cara dándole un aspecto salvaje y atrayente. Sus gruesos labios entreabiertos que se humedecía con la lengua de manera seductora y lasciva eran pura sensualidad. La firmeza de sus piernas, su flexibilidad, su pasión y su energía me desbordaban hasta llegar al éxtasis.

La cama crujió cediendo a los vigorosos envites de Nuria y caímos rodando al suelo. Quedé sobre ella, liberado del barrote roto del cabecero con el grillete sujeto aún a mi muñeca. Con una sonrisa boba y triunfal pude coger sus pechos e intenté besarla, pero ella, de un fuerte empujón me puso en posición vertical y dando un salto de gimnasta se levantó del suelo.

  • Cuando arregles la cama me das la factura que yo lo pago— me dijo mientras se movía por la habitación buscando su ropa y se vestía.

  • No fastidies Nuria, seguro que son un par de tornillos. Mañana lo miro. ¿Quieres tomar algo?— le dije siguiéndola al salón del apartamento.

  • No te lo tomes a mal Alex, me lo he pasado genial, eres un tío estupendo pero me voy a mi casa. Además, te aconsejo que limpies un poquito esto, parece una pocilga— dijo señalando el salón dándome un beso en los labios y marchándose.

Lo cierto es que tenía razón. El salón y todo el apartamento en general daba asco. Era como si hubieran volcado un contenedor de basura dentro. Donde mirase había botellas de cerveza y güisqui vacías, embalajes de comidas a domicilio con restos resecos y adornados con colillas de cigarrillos.

Tengo que limpiar este desastre— dije en voz alta, llevándome las manos a la cabeza y golpeándome en la cara con el grillete que aún estaba sujeto a mi muñeca.

Salí corriendo a la terraza para avisar a Nuria pero no la vi.

¡Joder que putada!— dije tratando de liberarme inútilmente de las esposas.

Cansado regresé al dormitorio, en el que parecía que había estallado una bomba, aparté ligeramente las partes desmontadas de la cama y me derrumbé sobre el colchón que permanecía en el suelo.

Domingo se presentó a media mañana con un vaso largo de café que aderezado un chorro de güisqui me fue despertando.

¿Qué tal ayer con tu primo?

Con mi primo como siempre, pero estuve con su compañera la que nos iba a denunciar el otro día— le dije mostrando el grillete que colgaba de mi muñeca.

¡NO ME JODAS! ¿Pero te detuvieron?

No tío me folló, pero como nunca podía imaginar, esa mujer es alucinante.

¡Joder que guapo! Y te esposó y todo, como en el libro ese que se leyó mi hermana Eva, el de Las sombras Grey.

No sé, no me lo he leído, pero creo que los papeles en este caso estaban intercambiados, ella era la que mandaba.

Jugando a polis y ladrones con esa tía buena como mola— dijo cogiendo el grillete y tirando de mi brazo— está detenido acompáñame y con un gesto se puso el grillete en su muñeca.

¿PERO QUÉ COÑO HACES?— le grité tirando de mi brazo ahora engrilletado al suyo.

Tío no te enfades, era una broma, lo quitamos y ya está.

  • ¿Y la llave? Como tú tienes llaves de todo, a lo mejor tienes una de estas esposas.

  • ¡NO... ME...JODAS! ¿Qué no tienes la llave?

  • Pues no macho, llevo toda la noche con esto de pulsera, no me lo puedo creer ¿Estás atontado Domingo? Sólo se te puede ocurrir a ti.

  • ¡Hostias perdona! ¿Y ahora que hacemos?

  • Y yo que sé— dije llevándome las manos a la cara, tirando del brazo de Domingo.

  • Alex..., me estoy poniendo nervioso. Me están entrando unas terribles ganas de cagar.

  • Ni se te ocurra macho, ahora te aguantas y si no te cortas el brazo— le dije enfadado.

  • La comisaría de Policía no está lejos podemos ir andando—sugirió Domingo.

  • ¡Tú flipas! Vamos a salir andando los dos juntos por todo el puerto con los grilletes hasta la comisaría, yo sin camiseta, o nos ponemos una para los dos como si fuéramos siameses, entramos por la puerta. Buenos días que vengo a que nos dejéis una llave que ayer estuve follando con una compañera vuestra y se olvidó esto, y luego ha venido el gilipollas de mi colega y ha rematado la faena.

  • Bueno... no sé, era una idea... A mi cada vez me están dando más ganas de jiñar. El mojón asoma por mi ojete—dijo Domingo moviendo nerviosamente la pierna.

  • ¡Te aguantas! Aprieta el culo. Vamos a bajar a la gestoría de los apartamentos y llamamos por teléfono a la comisaría para que avisen a mi primo o a Nuria.

Jane era una Inglesa sesentona, enamorada de la sangría el Sol y la playa. Era la administrativa de la gestoría de los apartamentos.

  • ¡OH my God!— exclamó sorprendida al vernos pasar a mi sin camiseta, engrilletado a Domingo y a ambos cariacontecidos.

  • Bonito torso Alex. Me has alegrado la mañana del Sábado ¿Pero... se puede saber a qué estáis jugando?— preguntó con un fuerte acento inglés a pesar de llevar media vida en España—¿No estaréis metidos en algún lío?

  • No es nada malo. No te preocupes Jane. ¿Puedo hacer una llamada?

  • Of course Darling.

Tras dejar un aviso en la comisaría para que localizaran a mi primo o a Nuria y les dijesen de que era urgente que hicieran por verme en casa, regresé al apartamento. Pasé el resto del día recogiendo el cuchitril en el que vivía. Llenamos tres sacos de basura que dejamos en la terraza. Limpiando codo con codo, parecíamos dos presos que recordaba de alguna película americana realizando trabajos forzados.

  • Joder tío, cuanto tarda en venir tu primo.

  • No me toques los huevos Domingo— le dije tratando de contener una explosión de rabia.

  • Pues yo no me aguanto más o me acompañas a cagar al vater, o me cortas el brazo o me cago aquí mismo— me contestó Domingo.

  • ¡Vaya puto castigo! ¡Venga vamos!— y tirando fuerte del grillete fuimos juntos al baño. Justo cuando Domingo se sentaba desesperado en la taza sonó el timbre de la puerta.

  • ¡Aguanta que ese tiene que ser Dani!— y volviendo a tirar del brazo levante a Domingo que se quejó gritando.

  • ¡No me jodas que tenía la tortuga asomando! No sé si voy a poder sujetarla.

Abrí la puerta arrastrando a Domingo por el pasillo que no había tenido tiempo de subirse los pantalones y que se sujeta con su mano libre, lo que imagino que sería parte del mojón que asomaba por su ano amenazando con salir disparado como un misil toma-zurullo-culo-aire.

Mi primo Dani retrocedió sorprendido al ver el cuadro que tenía ante sus ojos.

  • ¿Que haces loco?

  • Necesito que me quites esto que Nuria me puso anoche. Se marchó dejándolo olvidado, y además llevo todo el puto día colgado con este engendro— dije cada vez más irritado refiriéndome a Domingo.

  • Te lo advertí, Nuria es...

  • ¡Dejaté de Hostias primo! Puedes... hacer ...el favor...—le dije haciendo un esfuerzo de autocontrol y levantando el brazo para mostrar el grillete.

Tuvimos que esperar un cuarto de hora más, mi primo llamó a unos compañeros suyos que le dejaron la llave de los grilletes y finalmente me liberé de las malditas esposas y de Domingo que salió chillando como un loco corriendo al vater, tropezó con los pantalones que aún llevaba bajados cayendo al suelo, él , y un mojón del tamaño de una barra de pan.

  • ¡Joder primo que asco! Que mierda de colegas que te echas— me dijo en tono de sorna Dani.

  • ¡ME CAGO EN LA PUTA!— estallé histérico — ¡Estoy hasta los huevos de ti y de tus putos comentarios!— grité a mi primo—¡Y tú limpia ese mierdón y desaparece de mi vista! ¡ NO QUIERO SABER NADA DE VOSOTROS EN MI PUTA VIDA!— grite fuera de control cerrando de un portazo la puerta de mi dormitorio.

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